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Desordenada Habitación

Primer paso hacia ¿la salvación?

Primer paso hacia ¿la salvación?

Tras una noche más durmiendo tres horas y con unas ojeras de dos palmos que casi me cubren la cara, hoy he vuelto al trabajo de verdad. Ya que no podía conciliar el sueño, como de costumbre, me ha dado por pensar.
Cada día que pasa tengo más claro que tengo que salir de Madrid, al menos durante un tiempo. Son demasiadas cosas las que, con sentido o sin él, me están volviendo loco lentamente.
Sé que esta situación es consecuencia tanto de mis propios actos como de mi forma de ser. Sé que si no fuera como soy probablemente esto no estuviera sucediendo.

Por un lado se encuentra mi dependencia emocional para con ciertas personas, como, por ejemplo, Sonia, de la que parece no soy capaz de desligarme completamente. Hace mucho tiempo que pasó todo, y sin embargo, no siento que haya avanzado un ápice nada entre nosotros, ni en una dirección ni en otra. Sólo sé que no deseo hacerla más daño del que ya la hice por mis dudas, por mi desazón interno, por los espejismos de la larga travesía en el desierto, como dice Kuki. No quiero hacerla más daño porque de las personas con las que he compartido algo más que una buena amistad es la única que me merece respeto, y por la que mataría si la hicieran sufrir. Sin embargo, no sé cuál es esa fuerza que nos mantiene en un continuo combate de boxeo en el que nunca suena la campana. Y eso es algo horrible.
Además, a todo esto se debe unir el resto de mis recuerdos emocionales, que como todos sabéis, nunca he sido capaz de olvidarlos por completo. Poco a poco se han hecho con una parte muy importante de mi, y lo peor es que aun siendo tan dolorosos no soy capaz de evitarlos, o no quiero en el fondo.

A un mismo tiempo deseo compartir con alguien todo lo que pienso, siento, deseo...pero me da pavor volver a caer en una espiral sin fin. Creo que ya he pasado por todos los estados emocionales producidos por otras infinitas situaciones sentimentales dignas del mejor dramón venezolano, y aunque me paso la vida diciendo que sí, que necesito a alguien, me parece que sigo hecho un puto lío.
Es cierto que llevo alejándome de todo desde que ocurrió lo que ocurrió. Que no quiero saber nada de nada. Que no deseo dar la cara por nada ni por nadie, como dice Sonia. Pero también me gustaría que mi vida fuese más sencilla en ciertos momentos, porque creo que voy a acabar en una gruta con el Golfo.

Ayer me hice una promesa a mí mismo. Ni un día más allá del 1 de enero de 2005. No acabo ahora con todo porque me interesa saber qué es eso de formar una redacción desde cero, y dar vida a un proyecto, pero cuando todo se encuentre en su sitio, volaré. Volaré lejos porque esto está llegando a un punto que no controlo en ningún caso.

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César, Sapo, Charlie y Mayra en una de las muchas Fiestas que da Esta.

Siete días

Siete días

Otra semana más. Otra menos para comenzar de nuevo el curso y volver a la más completa de las monotonías.
Ayer fue un día interesante. Tras bebernos el agua de los floreros en el Camuñas (santo lugar de peregrinación obligada), aparecí en mi casa -también después de una exhibición de Karate callejero de una chica en un garito de cuyo nombre prefiero no acordarme y donde presenciamos las mayores injusticias de la Tierra.

Casi sin dormir, ale, a Béjar. ¿El porqué? Sencillo. Una compañía de teatro de Móstoles se había quedado tirada sin buga y les acerqué allí. Buena gente, tan frikis o más que yo, jeje. Limón, todo un descubrimiento para postreras fechas donde espero encontrarme con él de nuevo y echarnos más risas.
Hoy por fin he podido charlar con el Juanillo, que sigue por la Memphis Village tratando con las gentes del ghetto. Menos mal que has pedido el cambio tío, sino te veo convertido en uno de ellos, con tatoos por todo el cuerpo, navajas y en reyertas de la tele, jajajaja.

La verdad es que tengo cero ganas de volver al curro, más que nada porque cada día que pasa creo menos en la nueva etapa que voy a comenzar. Menos mal que todo esto se acabará pronto y al menos me servirá para aprender cosillas nuevas, así como para intentar apaciguar esa relación que tengo con las fuerzas de la ley, que no sé por qué extraña razón no nos podemos ver. Es cruzarme con un poli y pasar algo para que discutamos. Esperemos que ahora, cuando tenga que cubrir los sucesos no acabemos nosotros saliendo en el programa farsa ese de la TVE.
Y a todo esto, el Chema y Maya en Tarifa. ¡Cabronessssssssssssssss!

Este es mi último fin de semana completo, así que espero poder reventar Madrid, Sanse, Patones o lo que se tercie en una orgía de juergaaaaaaaaaaaaaaaaa desenfrenada, que hasta el día 1 de Enero de 2005, poco más tendré que hacer salvo trabajar y en el underground preparar el salto (Raúl, Chema, me debéis varias cosillas, que ya estáis tardando)

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El Sapo y Charlie en la Kite School de Tarifa. Verano 2004. Listening to Bro Hymn (Pennywise)

De cerdos, perras y llamadas a las 5 de la mañana

De cerdos, perras y llamadas a las 5 de la mañana

A pesar de que me encuentro costernado por el levantamiento de alquiler en Tarifa que me han hecho en menos de 12 horas (aquí el que no corre vuela), lo cierto es que encontrar en Idealista.com (un minuto para la publicidad) me ha servido para volver a perder los papeles durante todo el día, dejando a la suerte la redacción que debía estar haciendo para Caja Duero y demás obligaciones.
¿Tantas ganas tengo de escapar o es que simplemente me mola el poder dejar volar la imaginación en busca de un What If que nunca tuve?
Lo cierto es que no lo sé, pero cada vez que hablo con alguien de mi entorno le sucede exactamente igual. Quizá Madrid es realmente ese infierno del que siempre nos hablan los conocidos y amigos que viven en otros lugares. Tal vez lo que ocurre es que la vida misma es un hastío y no somos capaces de coger el hatillo y largarnos, por culpa de los miedos que esta sociedad nos ha impuesto. Que si ten cuidado que pierdes todo el paro, que si de qué trabajaras cuando regreses, que si no es bueno salirse del mercado laboral. Pero digo yo, ¿y esa rueda horrible que nos obliga a andar sin cesar? Cuando estás dentro ya no hay forma de salir. Y si te sales, ¿qué será de mi?
Este sentimiento de querer huir lo comparto con mucha gente, pero tal vez existen tres personas con las que es más fuerte: Charlie, Chemo y Lilit.
El primero de ellos sigue tan desubicado como lo estoy yo, y realmente temo que termine socializándose sin luchar más de lo que lo está haciendo hasta el momento. El segundo ha probado las mieles de marchar lejos, aunque en verdad nunca ha sido la libertad de la que hemos hablado muchas veces en el coche antes de subirnos a casa. Y la tercera siempre ha estado de aquí para allá, pero ahora que se ha ido a un lugar en el que está a gusto, ¿escaparía?
Muchas veces pienso en todas esas pelis que vemos. Sí, en todas esas que no son más que un reflejo de la vida, en ocasiones dura, y en otras, un poco melancólica. El caso es que me digo a mi mismo. Esto es lo que hay David, o lo coges o te quedas sin nada.
Sé que los verdaderos momentos son los que guardamos, los detalles, las veces en las que nos hemos sentido de verdad nosotros mismos, sin ataduras. Sé que estos momentos son las montañas de las que hablaba Kuki, pero ¿eso es todo?
¿No hay grandes hazañas?¿No viviremos más grandes historias de amor?¿No tendremos que luchar nunca?
En ocasiones, a lo largo de nuestra vida, hemos vivido grandiosos momentos que no son más que la prueba de que existe algo más allá de los simples detalles, de los buenos recuerdos. Son la prueba de que cada uno tenemos un destino.
Yo no vine para fichar a las 9 y salir a las 6, ni tampoco para escribir sobre nada, ni para pasarme toda mi vida delante de un monitor. Es cierto que todavía no sé para qué estoy aquí, pero daría mi vida entera por un solo momento de sentirme vivo de verdad, y no una mera sombra gris que de vez en cuando se colorea porque las nubes dejan paso a la luz del sol.

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Lilit en el Faro de Trafalgar (Caños de Meca), Verano de 2004

Lo siento Jerry. No soy como tú

Lo siento Jerry. No soy como tú

Desde que vi Jerry McGuire siempre ha guiado mi percepción de mi mismo una frase que dice Tom Cruise durante la película: "Soy un gran amigo y un pésimo novio". De hecho, mi continuo devenir desde aquél momento había venido confirmando esta teoría, y si no sólo hay que preguntar a unas cuantas que yo me sé, que han sufrido de un modo u otro mi forma de ser, mis extraños arrebatos y demás parafernalia que me venía dada de serie como enfermo mental.
El caso es que si bien ya había aprendido a vivir en el pasado (al más puro estilo Carlito's Way de Al Pacino), cayendo una y otra vez en mis problemas de siempre, lo cierto es que nunca, nunca, nunca, creí que me terminaría convirtiendo en también un pésimo amigo. Sí, Yo. Yo. Ese que siempre tenía un rato para quien fuera, que aparecía cuando se le necesitaba, que siempre tenía palabras amables cuando se requerían, que estaba loco cuando había que estarlo y cuerdo cuando la situación lo demandaba.
En la última semana me he dado cuenta que mi vida ha tomado unos derroteros que, lejos de ayudarme a centrarme, lo único que han conseguido ha sido el dejar mi alma con más dudas si cabe. ¿Dónde estaba el Sapo cuando Oli, Neo, Yola y María bailaban en Bacarrá?¿Dónde cuándo debió felicitar a Mónica y Almudena pr su cumpleaños?¿Estuvo acaso en los Barrios con Victor?¿O en Huesca con Chema, África y Lucas?¿Y en Asturias con Charlie?
Lo cierto es que no estuvo en ninguno de estos lugares. Estuvo perdido, deambulando salvo en los ratos que pasé junto a Kike, Kuki, Cambro o Raúl y Rober.
Oli, como te he dicho hoy, cada día estamos más perdidos, y cada vez que encontramos algo que nos ofrece un poco de tranquilidad, o la cagamos, o se nos escapa sin que sepamos muy bien por qué.

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Sapo en Arenas de Cabrales, Verano de 2003

Latido Jondo

Latido Jondo

Mucho ha pasado desde la última vez que me puse delante del ordenador a contar lo que para mí es importante. Tal vez haya pasado tanto tiempo y tantas cosas que sea incapaz de hablar de ellas en unas cuentas líneas, pero bueno, lo intentaré.

Entre un sinfín de caóticos momentos llegó el verano y ni siquiera me di cuenta. Atrás quedó uno de los cursos más extraños que recuerdo. Cambios y más cambios. Regresó Juanan a Madrid, marchó Victor a Harrowgate, cambié de trabajo por fin, Jerry finalizó con nota The Chema's Show, Kuki parece que aprobará este año la carrera por fin...En definitiva, muchas cosas.

Para mí, el verano, por desgracia, no significa nada. A muchas personas les parece una bendición el poder escapar, pero para mí sólo significa aburrimiento. Creo que mi hiperactividad mental está llegando a cotas preocupantes. Es estar dos días tirado y ya estoy que me subo por las paredes.
Este año, por azares del destino, me he quedado sin grandes viajes o escapas gloriosas que marcaron el estío del pasado año (ahí quedan los más de 15.000 kilómetros que hizo el Saxito en menos de un mes: Zaragoza, Arenas, Tarifa, Arenas de nuevo, Santander...)
Sin embargo, Tarifa ha sido, un año más, el refugio a todos mis males. Creo que junto a Santiago de Compostela, Gijón e Ibiza, se ha convertido en más que un santuario para mi turbada mente.
Esta semana ha sido algo extraña. He estado de reencuentros y la verdad es que ha estado genial. Comí con Oscar, Michel y Manso el otro día y nos echamos unas buenas risas. El miércoles fue bestial, como en los viejos tiempos. Kuki y yo cayéndonos por las calles de lo chuzos que íbamos después de tener una de las conversaciones más infernales de que recuerdo. No quedó ni uno vivo, jajajaja.
Lo único que me jode es que, como de costumbre, he fallado a mi palabra (como dice Modestia Aparte, "romper promesas para mí es algo normal") Pero me jode bastante el no haber podido ir a ver a Victor a los Barrios por el puto curro (las colaboraciones de los cojones van a terminar matándome), ni a ver a la banda del Rayo en Arenas, ni visitar a Lu y a Chemo en Huesca, ni poder desfasar en Gandía con Oli, Neo y la Yola.

Me gustaría estar con Vic algo de tiempo porque ya hace mucho que no nos vemos. Sólo compartí un grandioso momento en el aeropuerto, cuando aterrizó procedente de Manchester. Sólo espero amigo que te lo pases en grande, y que no te olvides de mí.

Otra cosa importante es que, en septiembre, cambio de trabajo. No me preguntéis por qué ní cómo, lo único que sé es que, como siempre, mi culo inquieto me llevó a decidir en tan solo unas pocas horas el sí al nuevo proyecto de Recoletos. Eso sí, todo esto no cambia ni un ápice mi PROYECTO (tranquilo Chema, todo está en mi cabeza, como siempre).

Y poco más que contar. Un finde éste la mar de estresante entre textos que editar y películas que ver, entre cubatas en casa de Rober y visitas al Arte 9, entre cenas de despedida y noches sin dormir por culpa de Toshio (cuánto mal en tan poco niño, coño)

Ya queda menos.

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María, Almudena, Juanvi, Sapo, Oli, Vic y Lucas en el Milenio, verano de 1999. "El día que todos fuimos familia".

El último viaje (A toda la gente que ha sido algo en mi vida)

El último viaje (A toda la gente que ha sido algo en mi vida)

Se acercaba el final del verano y los colores del cada vez más próximo otoño ya se iban dejando ver poco a poco en las calles de Madrid. Todo se iba empapando con ese típico olor a húmedo que emana de los árboles, preparándose para lo que será volver a morir.

Hacía algo de brisa en Madrid a pesar de estar todavía a principios de Septiembre, y mi barrio no era una excepción. El parque donde había pasado mi adolescencia se había convertido en un desierto de basura y cemento, pero allí estaba yo sentado, esperando a que aquellos que compartieron todo conmigo aparecieran por el camino que tantas veces hicimos juntos y que, ahora, sólo era un recuerdo más, uno de cuantos pasaban por mi cabeza sin orden ninguno y que me hacían sentir triste.

Hacía mucho tiempo que había marchado y tenía miedo de todo lo que podía pasar en cuanto les viera venir. ¿Qué les diría después de tanto tiempo? Que se acordaban de mí, eso era lógico, pues la llamada de teléfono me lo confirmó, pero el chico con el que hablé distaba mucho de aquél con el que pasé los mejores años de mi vida. Se le notaba la edad en su expresión, y no por viejo, sino por la madurez impuesta por el paso de los años y por tener que ganarse la vida. Ese nerviosismo que me embargaba lo esperaba sentir en él cuando me viera allí esperando.

En aquellos momentos se me atropellaban los pensamientos en mi cabeza. Tantas imágenes vislumbraba que parecía que iba a morir y viera desfilar mi vida frente a mis ojos en unos pocos segundos. Todos los que llenaron mi existencia con su compañía, tantas cosas que pasamos juntos...
Todavía hay momentos en los que daría todo lo que tengo por volver a esos años en los que los sueños de uno eran lo trascendental, y cada circunstancia que se planteaba se asemejaba a una increíble decisión en nuestra vida, a pesar de ser, en muchos casos, simples percances de adolescencia. Así recordaba los años que viví en este barrio, donde la implacable huella del tiempo parecía no llegar nunca, pero que nos sorprendió un frío día de invierno en el que nuestros caminos se separaron para siempre.

Aún puedo recordar el momento en el que todo comenzó, y también el que puso fin a nuestra historia, pero a pesar del paso de los años, todavía no sé cuál fue el salvador y cuál el villano, porque si uno nos llevó a compartir los sueños, alegrías y llantos de adolescencia, el otro nos evitó un enfrentamiento entre los que un día habían sido como hermanos. Demasiadas tensiones que hicieron desaparecer poco a poco el deseo de ser amigos para siempre como en las películas que siempre veíamos en televisión.

Ahora todo era distinto. Miré al horizonte aún algo confundido y ya no vi aquellas riadas de hojas que iluminaban las calles del barrio en otoño haciendo del triste alquitrán una manta de colores marrones y amarillos que transmitían un sentimiento de tranquilidad a todo lo que ocurría en esa época de nuestras vidas. Las cosas sucedían de forma vertiginosa y espontánea. Y eso nos hacía ser felices. Ya no era capaz de sentir aquella brisa fresca que acariciaba nuestras palabras, ni de saber ver en el cielo los tonos verdes y rojizos que se solían entremezclar antaño en mi retina. Pensé entonces: ¿qué demonios me ha hecho el tiempo?

Y fue allí donde me di cuenta de que el sueño que siempre me había acompañado había muerto en el mismo lugar en el que lo vi nacer. En aquél parque desheredado de su alegría por los años y el hombre. En ese césped extinto que no se acordaba de nuestras historias de juventud.

En ese preciso instante apareció a lo lejos mi amigo. Ése que parecía que nunca iba a faltar, que siempre me acompañaría, estaba a unos cien metros, pero yo supe que era él porque no dudó en recorrer el camino que con los años hicimos nuestro. Su porte era recio y la vida estaba marcada en su rostro. Cuando estuvo a una distancia considerable sonrió levemente sin frenar el paso. Me dio un vuelco el corazón, y, al levantarme con esa sensación de vacío que nunca antes había tenido, nos fundimos en un abrazo. Allí, en el parque, todo pareció cobrar vida de nuevo por un instante, y al separarnos, los colores se perdieron de nuevo en el gris melancólico que ofrecían nuestros corazones. Lo noté en su mirada perdida y en su cara. Ese momento mágico era producto sólo de recuerdos, y ahora, frente a ambos, estaba el presente. Y no era muy esperanzador.

Sin mediar palabra alguna se sentó a mi lado y nos dispusimos a esperar a los demás, acariciando la hierba sin mayor diversión que el pasatiempo de muchos años atrás. Las hojas secas de los árboles con sus crujidos hacían las veces de las ansiadas palabras que éramos incapaces de pronunciar. Nos mirábamos y sonreíamos pero ya sin la magia de la amistad que un día nos unió. Así fue como descubrí que él también sentía en su interior el olvido que provoca la rutina de hacerse mayor, la tristeza de pensar de saber que llega un momento en el que las locuras no están permitidas y en el que nos perdemos en el mar de las dudas que ofrece nuestro alrededor.

La tarde llegaba a su fin y parecía que lo que estaba previsto como la reunión que todos hubiéramos deseado se iba a convertir en algo mucho más desolador y solitario. Cuando mi corazón no soportó más aquel silencio miré por última vez a mi amigo y me dispuse a levantarme. Observé en su faz una expresión angustiada y que luchaba por explotar. Me miraba fíjamente y con los ojos brillantes por las lágrimas que contenían. Sin mediar ni un momento más, cortó mi movimiento y, aferrándose a mi brazo, preguntó entrecortadamente: ¿Por qué?

Parecía que el tiempo se detuvo en ese instante. Los sonidos que transportaba el viento cesaron y yo me desplomé de nuevo en la hierba como un saco. Me volví hacia él y la vi. Vi la mirada que yo recordaba en lo más hondo de mi ser, la mirada de eterna confianza en sus ojos. También había una mano todavía tendida en dirección a un amigo perdido que había vuelto después de mucho tiempo. Sentí que el muro que la rutina levantó entre nosotros se podía derribar. Tal vez la vida nos quería dar otra oportunidad para luchar uno al lado del otro por recuperar los sueños perdidos a lo largo de los años. Quizá todo tenía solución.

Nos levantamos y juntos dimos el viaje de vuelta hacia lo que creíamos y sentíamos como nuestro hogar, siguiendo los pasos perdidos de una tarde de invierno. No nos importó nada de lo que había pasado antaño. Nada podría destruir lo que allí nació, ni siquiera el saber que nadie más acudió esa tarde al parque del que surgieron tantas historias, ni siquiera el parecer de los demás, que rehicieron sus vidas después de todo y no quisieron renunciar a ellas por recuperar un momento de juventud en el que todavía reinaban los sentimientos y en el que realizaban las proezas, estúpidas o no, pero que lo eran todo, y muy en el fondo, lo siguen siendo.

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Sapo y Lucas en Tenerife. Verano de 1999

Insomnio

Insomnio

Cuando comenzó el año 2004 nunca pensé que las cosas pudieran llevarme directamente hacia un agujero tan profundo como el que ahora me mantiene oculto a la luz. Finalizó 2003 y con él quise que acabara mi dependencia de aquella con la que creí encontrar la paz, y que, al final, no me ofreció siquiera un momento de felicidad real, porque si alguna vez lo hizo, se encargó de eliminarlos con sus duras palabras.
Finalizó 2003 y con él un año horrible si no fuera por la compañía, día tras día, de dos de las personas más complementarias a mi personalidad que he conocido -Gracias Sres. Álvarez y Losada-. Terminó 2003, pero todo, todo lo realmente doloroso, sigue aquí dentro.
Lo peor de todo es saber que las cosas pasan y el tiempo también, y ver que cuando vas a la cama, cuando estás realmente sólo contigo mismo, te sientes en el mismísimo infierno. A veces me siento como el pobre hombre de La Milla Verde, sin poder alcanzar la paz interior. Lo triste es que mi quemazón interior no se debe a temas tan trascendentales como el suyo, sino a puro egoísmo personal.
Hace mucho, tal vez demasiado, que no duermo tranquilo. No concilio el sueño con naturalidad. No soy capaz de evadirme de la realidad. Cuando era pequeño podía pensar en cualquier cosa. Podía huir a mi refugio. Ahora no soy capaz de escapar de las sombras que me agobian sin cesar.

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Sapo y Alvarito alias "Hugo" en el acuario de La Roselle (Marzo 2004)

Las palabras que nunca dijimos alimentaron con su recuerdo nuestro olvido

Las palabras que nunca dijimos alimentaron con su recuerdo nuestro olvido

Tengo que reconocer que esta semana no me apetece mucho escribir. De hecho, no me apetece nada. Por ello, y con motivo de la marcha de una amiga a tierras gallegas en busca de lo que será su futuro y un nuevo destino junto a la persona que quiere, quiero dedicarle algo que escribí hace mucho, al regreso de una semana santa en la que Chema, Juanvi, Oscar y yo marchamos a aquellas bellas tierras.
Posiblemente, y junto a Santiago, Finisterre sea el lugar más especial en el que he estado. Dejando de lado la expotación comercial que sufre la zona, para mi ese lugar está lleno de magia. Por eso le dediqué unas líneas.

FISTERRA - ALLÍ DONDE ACABA EL MUNDO
Donde la tierra se desborda buscando en el mar un respiro a su monotonía. Donde el cielo se revuelve gritando los nombres. La soledad, antigua compañera, descubre ante los atónitos ojos del viajero millones de colores que nadie antes ha sido capaz de reunir.
La mano del hombre se hace presente y acumula pecados contra él pero allí está. El mar. Poderoso. Misterio y fascinación se funden en mí cuando los susurros del viento me relatan las historias que se vivieron aquí. Mirando entre las rocas busco el límite entre lo posible y lo imposible, y, en ese lugar lo encuentro. Pequeño me siento frente a su inmensidad. Insignificante ante su grandeza.
Él me habla y me siento seguro. Sé que allí nadie me puede hacer daño porque está conmigo y sus palabras me cobijan. Veo en sus colores verdes y azules la espuma de la vida, el movimiento, alegría y tristeza en armonía. Toco las rocas que me rodean en aquél acantilado y siento su humedad. Me quiere decir algo.
El cielo se cierra y la lluvia suave se mezcla en las agitadas olas con el sonido que despliegan sus voces. Ahora truenan gritando mi nombre. Me estremezco, y perdido en mis propios pensamientos me encamino a lo conocido, a la ruina de saber qué y cuándo. Al sin sabor de la tierra. A casa. Lanzo un última mirada atrás buscando una razón para saltar, para llegar allí donde las olas claman mi nombre, para refugiarme en sus brazos, pero mi miedo a cambiar por un segundo de felicidad verdadera mi tristeza acaba con el sueño que instantes antes me había enamorado.
“Hasta pronto”- digo sin esperanza de ser escuchado
“Te estaré esperando”- me murmura a lo lejos, majestuoso, el mar.

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Sapo y Charlie en Santiago de Compstela (2003) GRACIAS KINYO!!

365 días después

365 días después

Hoy cuando desperté las gotas de lluvia mojaban con fuerza las calles de mi barrio. Cortinas colosales de lágrimas las llaman algunos no muy lejos de aquí. Luvia la llaman otros. Tristeza en todos los casos.
Hoy me he despertado con la sensación de que nada ha cambiado desde que hace un año mi primer amigo desapareciese de la faz de la Tierra de la forma más injusta que existe. 365 días en los que todos hemos seguido caminando con más o menos suerte. 365 días en los que todo sigue igual.

Hoy te escribo amigo porque sé que en algún lugar sigues echando tus petas viendo Braveheart “con los ojos como platos”, como tú decías. Porque sé que también en algún lugar estarás sentado esperando a que yo baje y vayamos juntos a los Paúles, como en los viejos tiempos, ¿te acuerdas?

¿Sabes? El otro día vi a Diana por la noche en Argüelles. Ha cambiado bastante desde que nosotros estábamos atontaos con ella, pero supongo que en el fondo sigue siendo la misma, sólo que aderezada con la experiencia de los avatares de la vida. ¿Te acuerdas cuántas veces esperamos los dos a que se fuese al colegio para marcharnos al nuestro sólo por verla cinco minutos? ¿Te acuerdas cómo nos gustaba a los dos? Qué curiosa es la vida. Creo que vendrá a mi cumpleaños del sábado. Y espero que lo haga, porque la verdad es que se trata de alguien genial.

Hoy hace 365 días desde que te fuiste para no volver. Desde que Vic, Oli y Fausi me dijeron que te habías marchado. Desde que rompí a llorar sobre Víctor sin más consuelo que el de unas cuantas botellas de Whisky sobre el césped del parque del Pinar. Ahora, un año después, la lluvia me trae un sinfín de recuerdos, supongo que muchos de los cuales mucha gente no comprende, pero que para mi sí son importantes.

Te recuerdo paseando de mala gana a Lau por la arena mientras nos metíamos con el Jacko del Chino. Cómo nos reíamos del pobre. Te recuerdo esperando en las escaleritas de mi portal para ir juntos a clase. Aulas a las que en ocasiones no llegábamos por tus ansias de sentarte en los bancos del parque de casa de Michel.

Ahora te veo con Mario, con Jorge, con todos, andando por la calle como despistado, como siempre y en el fondo, has sido tú. Te veo riendo en el portal de Molina, dando caña a Kike y a Pedro. Te veo jugando al fútbol como nadie. Como Laudrup, ¿te acuerdas?

Te recuerdo montando en mi moto cada mañana para irnos a trabajar juntos, cuando nos echábamos unas risas por el camino hacia Plaza de Castilla, Alberto Alcocer o donde pintaras ese día. Te recuerdo hablando con Sonia sobre pintar la que iba a ser nuestra casa. Recuerdo cómo se reía ella cuando le dijiste que cada habitación sería un peta y una cerveza. ¿Te acuerdas? ¿Recurdas cómo te reíste en casa de Fausto mientras pintabas la casa? ¿De cómo liamos la de Dios desgajando los periódicos en su habitación? ¿De cómo le echabas broncas por ser tan pachorro cuando tú lo que querías era acabar de pintar de una vez?

Yo me acuerdo de muchas cosas. Y la verdad que, pasados los días, las echo de menos, aun cuando en el último año antes de tu marcha nos nos vimos mucho. Sólo una docena de veces y tres de ellas para tramar cosas poco buenas.

¿Sabes? Veo muchos días a Ana. La veo en el metro, cuando voy a trabajar. Vamos hablando de muchas cosas, pero nunca de ti. La veo y recuerdo las broncas que te echaba siempre que os veía juntos. Recuerdo cómo te decía que no la merecías. Era gracioso verte asentir con esa chulería graciosa que te caracteriza. La veo perdida; muy perdida. Con pocas o casi ninguna gana de hacer nada. ¿Sabes? Dice que se va de Madrid, que no quiere estar aquí. Dice que deja el trabajo. Y sus ojos dicen que te echa de menos.

365 días después todo sigue igual por aquí, salvo que Victor ahora está en Harrowgate (Reino Unido) buscando tranquilidad. ¿Sabes? Creo que lo ha conseguido. Oli se ha echado novia y Kuki sigue tan gruñón como siempre, pero ya sabes, ennoviado. Y Fausto...bueno, con Fausto estoy seguro que hablas muy a menudo, aunque él no quiera decirlo. Seguro que muchas noches viajas con él en su furgo a repartir los periódicos, ¿a que sí?

No quiero entretenerte porque seguro que tienes que hacer alguna cosa. Pintar esas casas que querías o alcanzar una tranquilidad que tu vida no supo darte más que al final, y cuando llegó, sólo duró unos meses.
Un abrazo Iván. Tarde o temprano todos nos veremos allí donde tú estás. Así podremos beber juntos unas cervezas, fumar unos cuantos porros y reírnos mientras terminamos aquella partida de Mus que nunca pudimos acabar.

Caminar por el desierto es tan duro...

Caminar por el desierto es tan duro...

Qué pesado se hace el tiempo cuando las palabras que nos rodean están vacías, ¿verdad? Nunca he sido una persona que se atreva a luchar sin pensar en las consecuencias, que se atreva a morir por defender lo que quiere de verdad, por lo que cree con vehemencia. Pienso que gente así ya no se encuentra tan fácilmente. Antes todo era distinto. Ahora es mucho más irracional, un sin sentido completo. Alzarse y caer son dos límites que están tan cerca que no sabría delimitar cuando termina uno y cuando comienza el otro.

Qué aburrido se presentan los días, los años, la eternidad sin saber si por lo que se está luchando vale la pena. Qué tensa la espera del veredicto final. Qué agobiante su resolución.

En ese lugar tan grande que da tanto miedo está todo para y por lo que hemos venido aquí, lo bueno y lo malo, pero se hace enorme cuando la vida se vuelve difícil, y noso-tros somos tan pequeños....
Me gustaría que llegara una día en el que el miedo no hiciera mella en mi valor y no me importara llegar hasta el final, hasta el límite de todo lo que creo conocer y saltar sin mirar lo que me espera allá abajo. Sin pensar. Sólo saltar porque me lo dicta mi corazón.

Me gustaría encontrar a alguien capaz de eso y mucho más, alguien tan especial que merezca la pena acabar en el mismo infierno; que me obligara a conseguir los sueños que todos tenemos en la cabeza y por los que no nos atrevemos a luchar ni a exponer por un momento la comodidad de la que gozamos, esa mentira que nos envuelve y nos hace perder poco a poco todo lo que de verdad es importante. No renunciar a nada. No dar por perdida una idea. Los sueños de hoy son la realidad del mañana, pero esa realidad no tendrá su oportunidad si no nos jugamos las cartas que nos han puesto en las manos. El arrepentimiento y el recuerdo que amarga cuando pasado el tiempo sentimos que todo podía haber sido diferente es lo que de veras se acumula dentro hasta que no deja respirar. Todo se puede conseguir, aunque en ocasiones el precio sea muy alto.

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Noelia. París 2002 (Espero que todo te vaya lindo)

Traicionar

Traicionar

De cómo me encuentro en esta situación, de cómo esta sensación de vacío me ha invadido sólo recuerdo palabras. Traicionar, traición, ¡qué palabras!, es más, ¡qué realidades! Nos rodean, nos envuelven, somos parte de ellas.
Hay gente que piensa que la traición sólo aparece cuando ya el dolor creado es insufrible, pero se hace presente en los detalles, en las pequeñas mentiras. Mientras creemos que todo eso son migajas, ella se nutre de nuestras pequeñas puñaladas, creciendo tanto que se convierte en un monstruo que no podemos controlar, y nos engulle.

He visto amores pisoteados por mentiras, he visto amistades destrozadas por las mismas. Traiciones. Poco a poco te comen y ya no hay nada más. Sólo queda mirar atrás y recordar. Traer aquí los momentos, esos que lo eran todo, y que ya no se tienen cerca.

Traicionar y ser traicionado, mentir y que te mientan, hacer daño y sufrirlo. Al fin y al cabo, todos podemos mirar atrás y recordar a la gente que se quedó en el camino, cuando las traiciones de propios y extraños separaron para siempre sus pasos de los nuestros y comenzamos a andar de nuevo, para volver a caer, una vez más, en lo mismo.

FOTOGRAFÍA
Manso, Sapo, Óscar, Michel y Lucas "Luengo" en San Juan, Verano de 1999

Cuesta creer

Cuesta creer

Cuesta creer que un buen día, viendo una película cualquiera, puedas darte cuenta de que has tocado fondo. Fondo no como cuando estás destrozado por un amor imposible o terminado. Fondo no como cuando pierdes a alguien querido. Fondo no como cuando una mala racha se apodera caprichosa de tu vida. Cuesta creer que, viendo una película cualquiera, te des cuenta de que has tocado fondo en tu vida. En tus sueños. En tus ilusiones. En tu propio credo. En tus valores.

Casi 26 años han pasado desde que vi por primera vez la luz del sol. 15 desde que desapareció mi padre. 12 desde que un septiembre de 1992 desperté con 41 kilos menos de un mal sueño llamado anorexia. Y casi uno desde que mi amigo Iván murió. Días, meses, años. Todo es un capricho del camino. Y todo ocurre, como dice Kuki, “porque tiene que ocurrir”.

Me miro al espejo y no reconozco a la persona que veo frente a mí. No veo al tímido David que huía de todo en sus primeros años. No veo a ese David que durante años miraba la ventana de Diana esperando que, por un momento, asomara su bonito pelo rubio por la ventana. No veo a aquél capaz imaginar cientos de sueños imposibles.

Tampoco veo a ese adolescente que, tras superar –por suerte y por su madre, todo sea dicho- la anorexia, afrontaba su “nueva” vida con ánimos renovados. No veo a ese que corría por Argüelles con Víctor. No le veo saltando feliz en el Sisley, ni tampoco le veo riendo en el parque del Pryca.

No le veo jugando al fútbol en el IFEMA, ni hablando con Almudena y Mónica en el césped de Silvano. No le veo cantando canciones con sus amigos en “Malamilk”; ni tampoco montando con Moya fiestas de Nochevieja.

No le veo reírse de la vida con Ángel Luis. Ni escuchando hablar de la vida al Golfo. No distingo los campamentos, ni Los Molinos, ni La Manga, ni Cáceres. Tampoco le veo llorando por Raquel, Mari Paz, Vanessa o Ruth. Ni le veo besando a Alessia a escondidas. Miro en el espejo y no veo a ese David que intentaba enseñar “algo” a sus chavales de los Paúles. Ni tampoco veo esas grandes charlas con Óscar y Manso. No distingo el calor del Dial, del 88.2 o del Milenio. No le veo metido en un coche escapando a Gandía para disfrutar de un par de días en libertad.

Observo detenidamente y tampoco veo las risas de la universidad, ni los aprobados raspados, ni a Chema y él tirados en el suelo de la facultad celebrando la licenciatura. No le veo abrazado a sus chicos en la final, gritando, celebrando el triunfo y la satisfacción personal. No le escucho cantar canciones en ningún Laboratorio, ni en Industriales, ni en Ritmo y Compás; y tampoco le veo con Nuria, Natalia, o besando a María pensando que todo podría ser mejor.

Me miro, de nuevo, pero no veo a Noelia, ni las noches de Ruta con Carlos y Raúl. No veo a Pili, ni tampoco a Eva o Yolanda. No le veo soñando mientras trabaja, ni corriendo en su moto a las ocho de la mañana con Iván. Tampoco está Fausto y su mirada cómplice a las tres de la mañana, ni el calor de volver a casa con Sonia. Intento ver todas estas y más cosas, pero no hay nada. Sólo vacío y soledad.

Me miro en el espejo y no veo a David, ni a Wally, ni al Sapo. Me miro y no veo nada.

FOTOGRAFÍA
Sapo en Cala Yoga (Ibiza), en uno de los atardeceres del milenio. Verano 2000

En medio del mar

En medio del mar

Bajas a menudo al mundo real para ver si todo ha cambiado y lo que te encuentras en el camino son rostros extraños y vacíos. En ocasiones he creído distinguir, a lo lejos, en el callejón que se abre ante mí, un cara distinta. Una chica. Alguien que me hacía sentir bien en medio del caos y de la desesperación de estar solo.

Siempre la miro a los ojos y me pregunto qué ocurriría si me parara a hablar con ella, y me doy cuenta de que también ella me mira en medio de ese mar de desconocidos que deambulan a nuestro alrededor. Sonríe y clava su mirada en mi alma. Me siento igual de perdido que ella, pero mi angustia es mayor porque no sé cuando se acabará esto. El silencio se hace cada vez más poderoso y más denso el ambiente que nos rodea, pero nuestros ojos nunca se separan. La sensación de agobio me abruma. Ahora quiero llegar hasta ella pero no puedo moverme. Estoy en medio de la nada y atrapado por todo.
De repente, voces, ruidos, caras, figuras, se mueven caóticas en mis pupilas sin poder detenerlas y la pierdo de vista. El callejón ahora está solo y más oscuro que nunca.

No encuentro la salida. No vislumbro el final de mi agonía. Me ahogo. Esas caras grises se multiplican y me miran sin vida en sus ojos. Me traspasan y me hieren. ¿Dónde está ella? No lo sé.

La oscuridad se extiende, y, de repente, su luz aparece inconfundible. Me inunda un sentimiento de alegría que me corta la respiración, y cuando voy a gritar se apaga, y su rostro se vuelve gris al tiempo que exclamo su soñado nombre. Sus ojos se desdibujan en medio de la masa y el olvido la envuelve hasta que la pierdo de vista.

FOTOGRAFÍA
Chemantón, Sapo, Bender Defender, Gustavo, Cesitar y Pablo en Elektra, Otoño de 2001
Escuchad lo último de Avril Lavigne. Es digno del M Pudro 2004.

Nada de esto fue un error

Nada de esto fue un error

La última semana –justo el tiempo que me he pasado sin escribir en este blog- ha sido una verdadera locura. Cada día me queda más claro que estoy perdiendo el control total sobre cualquiera de mis acciones, por triviales que parezcan. Pase lo que pase y haga lo que haga termino metido en alguna situación extremadamente peligrosa para mi salud mental.
Creo que los únicos momentos en los que me he sentido más tranquilo han sido los que he pasado con mi amigo Golfo en La Lupe (sábado día 1 de madrugada), cuando empezamos a hablar de la vida y sus azares. Es una pena, porque se va mañana por la mañana a Braga, y tardaré en verle (o a lo mejor no).
Lo cierto es que ya nada importa en mi vida personal, porque si había pocas cosas normales en ella, esta semana se han ido todas a la puta mierda. Pilares de años se han caído como hojas caducas en otoño, y lo que antes creí con todas mis fuerzas, ahora no tiene el menor de los sentidos.
Conozco a gente que habla de madurar. Conozco a gente que habla de normalizarse. Conozco a gente que se deja llevar en todo momento por un solo sentimiento, sea el que sea. Y también conozco a gente que se resigna. De todos estos tipos de personas, tal vez me siento identificado con aquellos que aún creen que se pueden hacer grandes cosas sin dejar de lado los sueños que se tienen. Hay gente que piensa que debemos madurar, pero ¿qué es madurar? Mi amigo Michel dice que hay que comenzar a llevar la vida que se debe como tíos de 26 años que somos. Llara habla de centrarse. Otros hablan de entender que las cosas son como son y que hay que tirar para delante. Yo no tengo ni idea de lo que puede significar la palabra madurar, pero si es algo relacionado con las responsabilidades u obligaciones, yo tengo bastantes y creo que cumplo bien con ellas. No entiendo eso de madura, eso no se puede hacer, o eso no se puede conseguir. No lo entiendo.
Estaré más loco que el tato, pero no sé. Creo que en el fondo sigo creyendo en eso que el Kukismo defiende, y es aquello de: “Sapo, pase lo que pase...” Para quiénes sepan qué es esta frase, simplemente decir que significa el seguir creyendo, y renunciar a ella, dejar de soñar.

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Kuko, Sapo, Golfo, Castillo, Casas y Ezequiel en Cáceres, en el campamento de verano de la CAM durante 1995

El arte del Botellón Indoor

El arte del Botellón Indoor

No sé por dónde empezar. Podría decir que ayer fue uno de esos días en los que todo ocurre como si uno estuviera en una de esas películas de los hermanos Marx en las que todo es tan delirante que es mucho mejor no intentar comprender lo que sucede. Podría decir que fue un caos. Un caos seductor.

No sé si fue el encontrarme de bruces con alguien del pasado. O si todo comenzó cuando compramos la Coca Cola, los hielos y el cubilete de golosinas (la comunidad rumana de Huertas nos quiere) y recuperamos ese gran momento del “Botellón Indoor”. O tal vez fue cuando aquella argentina nos regaló los sombreros de caballeros ingleses –un gran momento, sí señor-. Incluso puede que todo comenzara cuando, con nuestros sombreros y todo, nos pusimos a bailar en mitad de un garito repleto de guiris con Bob El Silencioso y un colega. El caso es que fue una noche para el recuerdo. Una de esas grandes noches en las que todo es eterno mientras dura.

Ahora estoy en la keli de un colega, sobando. Descanso y paz. Sólo una cosa nubla mi mente. ¿Será resaca?

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RED DAWN después de tocar en el festival de Navidad de Industriales 1999 (Invitado especial: Álex, de Ocupada Mecánica)

Eternidad

Eternidad

tan solitario, descuidado como ayer te vi crecer
hoy has logrado, procurado prevalecer para verte en pie

mas no busques en mí lo que te falte a ti
no hables de sinceridad rompe el muro que impide
que pase la luz y absorbe su calor
no me culpes a mi de tu dolor

y empiezo a entender la respuesta al por qué de tu rechazo
una y otra vez tendré que aguantar tal vez algo más que un día
una eternidad

tal vez tu envidia e hiprocresía te haga llorar y suplicar
una salida sin el despracio que ahora sí mereces tú

pues no busques en mí lo que te falta a ti
no hables de sinceridad rompe el muro que impide
que pase la luz y absorbe su calor
no me culpes a mi de tu dolor

y empiezo a entender la respuesta al por qué de tu rechazo
una y otra vez tendré que aguantar
tal vez algo más que un día una eternidad
más que un día una eternidad
más que un día

camina sin rumbo dónde ir
viaja hacia un mundo sin razón
no encuentra a su paso nada, nada

y empiezo a entender la respuesta al por qué de tu rechazo
una y otra vez tendré que aguantar
tal vez algo más que un día una eternidad
más que un día una eternidad
más que un día una eternidad

SÒBER (PARADYSSO 2002)

FOTOGRAFÍA
RED DAWN -Juanvi, Juanito, Sapo y De Vega- en los Salones Robertson de Farra Nocheviejera 1997

Aquellos garitos de moda

Aquellos garitos de moda

Hace ya mucho tiempo; más del que me gustaría recordar, que no encuentro un garito lo suficientemente bueno como para echar mis noches en él, o empezarlas, o terminarlas. El caso es que ayer, tras unas siete copas y un par de cervezas, me vi metido con dos buenos colegas en una semidiscoteca pijus magnificus llamada Ar de Co, o como cojones se escriba. Si os digo la verdad, ni me acuerdo de la música que ponían, ni de si era garrafón o no lo que nos daban, pero de lo que sí que me di cuenta es de que me guste o no, allí estábamos, más borrachos que una cuba, y también más desubicados (menos Alberto, que es un pijooooo y "El último facha", jejejejejejeje) que un burro en una chatarrería. Me di cuenta, entre pijos, pijas, camisas de colores pastel por debajo de los jerseys y pelos como los del chaval de Cuéntame, que nunca podría sentirme cómodo allí. Lo mejor del garito es que te puedes encontrar con ¡un equipo entero de hockey hierba! Seamos serios, ¿en este país hay gente que juega al hockey hierba? No sé. A lo mejor es todo por el glamour, o por la zona, pero el caso es que lo flipé.
¿Por qué no existen garitos como el Comix, Gandalf, Mol's, Inn, Warhol's, Rajajá, Sisley, La Loca, 88.2, o el Dial? Garitos donde poder saltar hasta que tu cuerpo no aguante el tirón y sin que haya merluzos que te miren mal por llevar unas pintas, o por llevar la tajada de tu vida, o por subirte encima de la barra. No sé. Estaría bien recuperar un poco de la magia que había en esos sitios y trasladarla a los de ahora, ¿no creéis?
El tema es que este fin de semana, y el resto de días en los que no he actualizado el blog (lo siento de veras pero esto es lo que tiene el caos, que cuando se apodera de uno no se puede hacer nada), he estado pensando en ciertos momentos que estamos viviendo. La primera de mis reflexiones sería acerca de las míticas "líneas" que no se deben cruzar con una mujer, es decir, ¿por qué pasas de ser alguien ‘susceptible de’ a un ‘grandísimo amigo’ en un momento dado? ¿por qué no existe algún tío que nos diga en ese preciso momento: tronco, la estás cagando con todo el equipo? Seguro que muchos de vosotros (sí, sí, los tíos) habéis vivido en algún momento de vuestra vida una situación así ¿eh? El caso es que esta tarde, con Rober, estaba sentado en el Sapomóvil viendo cómo dos chavalines (una chica y un chico, de unos 15 cada uno) hablaban. A él se le notaba a una distancias equiparable a un Madrid - Canadá que le molaba la chica, y que estaba que se le caían los huevos, y ella ahí, como si no fuera con ella. Va y me pregunta Rober, ¿y esos? Le respondo: joder, pues la historia de siempre tronco, chico se curra a la chica, hace todo lo que puede para estar con ella, la comprende, la hacer reír, la cuida, y un buen día ella le dice, jo, tío, me encanta que seas mi mejor amigo y que me comprendas (¡qué mal rollito!). Pero lo peor viene cuando ese chaval se entere de que la pivita en cuestión está con el tío más deplorable que existe, y que –qué casualidad- no puede ni ver al pobre desgraciado, que se queda con una cara de gilipollas de cojones. Rober se despolla y dice, esa historia me suena. Y yo le digo, claro, siempre pasa hijo. Vamos, que estamos jodidos.
La segunda cosa de la que me he dado cuenta es de que desde julio del año 2003 creo que he ingerido más alcohol que Robert Downey Jr. durante los últimos lustros, y que mi norma de “Duerme cuando mueras” –que tan buenos momentos me ha dado- ya no me llena tanto. ¿Qué hacer? No sé. El caso es que empieza una nueva semanita y no veo claro lo que tengo en el horizonte, aunque por lo menos si sé lo que no quiero, y es convertirme en un puto gris de mierda de MOMO –Patxi, ni se te ocurra, eres un genio tal y como eres-. Pero ¿por dónde empezar?

FOTOGRAFÍA
Verano 1996. Juanvi, Moya, Victor y el Sapo más borrachos que el diablo en IFEMA.

Me pudro 2004, o recordando grandes noches entre amigos

Me pudro 2004, o recordando grandes noches entre amigos

I'm not a perfect person As many things I wish I didn't do
But I continue learning I never meant to do those things to you
And so I have to say before I go That I just want you to know

I've found a reason for me To change who I used to be
A reason to start over new and the reason is you

I'm sorry that I hurt you It's something I must live with everyday
And all the pain I put you through I wish that I could take it all away
And be the one who catches all your tears Thats why i need you to hear

I've found a resaon for me To change who I used to be A reason to start over new
and the reason is You

I've found a reason to show A side of me you didn't know
A reason for all that I do And the reason is you

The Reason (Hoobastank, 2004)

FOTOGRAFÍA
Kike, Oscar, Manso, Sapo, Juanan, Juanvi, Rubén y Vic en el Parque del Pryca, 1999

Normalización

Normalización

Nunca me he considerado un buen periodista, ni un buen estudiante, ni buen escritor, ni nada parecido. Ni siquiera sabría decir a ciencia cierta cuál es mi mayor virtud, porque la mayor parte de mi vida, tanto para mi familia y amigos, e incluso para mí mismo, se encuentra oculta tras un manto de niebla estratégicamente situado. No sé si lo hago a propósito o simplemente es que soy así. Como decía, no me considero un gran comunicador. Tampoco un buen contador de historias, pero hoy tengo el deseo irrefrenable de escribir sobre cómo me siento.
Acabo de llegar a casa tras una agradable noche con dos amigos. Cena y cine. ¿Película? Big Fish (2004, Tim Burton).
Lo cierto es que esta ha sido la segunda vez que la veo, pero ha provocado en mí sentimientos incluso más fuertes y claros que la primera vez que tuve el placer de cruzarme con el Sr. Edward Bloom. En aquella ocasión todo fue muy imponente, confuso y delirante. Una historia acerca de la imaginación de un hombre, de su forma de escapar ante esta rutina que es la vida real. El caso es que en esos momentos me sentí muy identificado con él, pero tal vez era por las sensaciones del momento en sí, por su grandísimo final ("Man on the Hour" de Pearl Jam incluída), más que por su historia.
Hoy ha sido diferente.
Hoy sí que me he sentido como Edward en muchos momentos, e, incluso, he conseguido extrapolar algunos momentos a mi propia vida, lo que no sé si me ha asustado más que satisfecho. Sea como sea, la verdad es que ójala existieran muchos más como él. Muchos con una capacidad de abstracción tan grande que consiguen crear un mundo paralelo lleno de magia en el que terminan viviendo, desde su nacimiento hasta su muerte. Al margen de todo y todos.
Hacen falta soñadores empedernidos. Utópicos insaciables. Hombres y mujeres capaces de saltar sin red hacia sus sueños con la única ayuda y guía de sus sentimientos. En momentos como estos te das cuenta más que nunca que las películas son sólo la proyección de las frustraciones de los hombres, sus sueños irrealizables, sus miedos. Pero ¿de verdad son imposibles de conseguir o simplemente todo es un problema de normalización en el que todos nos vemos envueltos?
Días tras día vemos a nuestros familiares, amigos, conocidos, etc. luchar con más o menos suerte contra este proceso, y en un 99% de las veces salen perdiendo, dejando por imposible momentos, instantes, sensaciones todas ellas capaces de hacerles perder el sueño, y muchas otras veces, la cabeza.
Hace no mucho, en una noche como esta misma, compartía esta visión con un buen amigo. Él se encontraba en pleno proceso de normalización, en plena batalla. Hablamos y hablamos. Sueños, ideas, frases, pensamientos. Pasaron horas. Y creo que cuando esa conversación terminó ninguno de los dos sabíamos muy bien si habíamos conseguido hacer algo o si simplemente se trataba de llorarnos las penas el uno al otro. Afortunadamente, conseguimos algo muy grande.
Pocos días después de aquella noche la vida de mi amigo dio, posiblemente, el mayor vuelco de toda su vida. Mucho más grande de lo que cabía imaginar. Poco o nada importan las razones que le llevaron a hacer las cosdas que hizo. Lo realmente importante es que se dejó llevar por lo que sentía, por el mejor guía. Puede que la magia que está viviendo ahora y desde hace unos meses se termine en algún momento, pero nadie nunca podrá arrebatarle todos esos momentos que ya se ha ganado, todos esos sueños e instantes, toda esa magia. Y si se acaba su momento actual, sólo significará que está a punto de llegar el siguiente. Lo realmente importante es que no se dejó normalizar, no dejó la derrota en manos del tiempo. Ahora hay muchas otras cosas que quiere cambiar. Cosas que no sabe lo que traerán, pero sin duda, cosas que le abrirán las puertas a unn sinfín de nuevas sensaciones y momentos.
Supongo que esa filosofía es la que esconde Big Fish, y por ende, Edward Bloom. La vida se ve de distinto modo según el prisma por el que opte el protagonista. La vida es como es y nadie puede cambiarla, pero en ella todo es posible, hasta lo más increíble. En cierto modo, la clave está en saber de qué lado estás, si de la razón o del corazón.

FOTOGRAFÍA
Sapo y Chema en Amsterdam. Verano 2000

Colega, ¿dónde está mi coche?

Colega, ¿dónde está mi coche?

02:12 AM COSTA OESTE

Siempre que me levanto con resaca pienso lo mismo (supongo que a todos nos pasa igual): Nunca Mais!!
Hoy ha sido especialmente duro el despertar. Primero, porque no me acordaba de mucho de lo sucedido el día anterior, y segundo, porque cuando me he asomado a la ventana...¡sorpresa! Colega, ¿dónde está mi coche? Me he empezado a rayar un mazo, sobre todo porque ayer no lo cogí para salir (cosa que de haber ocurrido serviría de simple explicación: chico borracho deja coche en cualquier lado con tal de llegar a la cama antes de caerse por los rincones).
El caso es que un colega, (para dar más pistas, el denominado "Master of Puppets") se lo llevó para buscar a su hermana a las 6 de la mañana (ALSA no tiene piedad con los seres de la noche como nosotros), y no me acordaba de que se lo había dejado :$, ¡qué miedoooooo!
Hoy hace un frío de c...., pero al menos se vislumbra el sol por la ventana. Además, acabo de reencontrarme con un grupo cojonudo que conocí en mis tiempos de la Viva Zwei (¡qué gran cadena de TV!), Die Happy (listening Big Boy). Ahora me voy con estos a dar un pirulillo y tomar unas cervecitas, un poco de bakalao rebozadito y algo máx, y espero recuperar mi buga antes de las 14:00 pm hora Costa Oeste, porque necesito dar una vuelta escuchandooooo algo de música a todo trapo.

06:32 AM COSTA OESTE
Efectivamente, he conseguido hacerme con el coche, pero no me acordaba de un pequeño detalle: no me funciona el reproductor de CDs (¡qué suerte!) El caso es que me parece que voy a tener que comprar otro porque sin música no voy a ningún lado, y ya me está cansando eso de cambiar de frecuencia hertziana más que Val Kilmer en Top Secret.
Pero bueno, yendo al grano, llevo todo el día dándole vueltas a qué es lo que piensan mis amigos de mi. No sé, supongo que es porque en el fondo (y en la superficie) soy muy inseguro, o porque muchas veces no sé ni lo que pensar yo mismo.
Sé que en muchas ocasiones puede que se me vaya la cabeza más de la cuenta, que no atienda a lo que me están contando, que me deje enredar por el caos...Pero no sé, soy así; y realmente me gustaría saber qué imagen tiene la gente de mi, aunque bueno, también supongo que es la pregunta del millón, ¿no?

EL RECUERDO DE HOY
SOBRE VICTOR
Bueno, la verdad es que así a bote pronto podría resumirse en tres palabras: mi mejor amigo. Pueden pasar años sin vernos (la última temporada casi ha sido así) y es como si no pasara el tiempo. Ahora está lejos, en York, buscando algo que le proporcione un sentimiento que Madrid y todo lo que rodeaba su vida no le ofrecía, y espero (de hecho sé que es así) que le vaya bonito.
Ayer cuando estaba de "juerga" eché de menos cosas, como robar señales de tráfico, hacer volteretas en los bares...jejejeje, incluso me acordé de aquél momento mágico en el que casi nos matamos (hace muchísimos años) bajando los dos en una bici la cuesta más empinada de nuestro barrio. No dio igual. Nos lo pasamos en grande. Y, sobre todo, nos reímos mucho.

FOTOGRAFÍA
Victor y Sapo en Gandía. Verano 1999