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Desordenada Habitación

Las palabras que nunca dijimos alimentaron con su recuerdo nuestro olvido

Las palabras que nunca dijimos alimentaron con su recuerdo nuestro olvido Tengo que reconocer que esta semana no me apetece mucho escribir. De hecho, no me apetece nada. Por ello, y con motivo de la marcha de una amiga a tierras gallegas en busca de lo que será su futuro y un nuevo destino junto a la persona que quiere, quiero dedicarle algo que escribí hace mucho, al regreso de una semana santa en la que Chema, Juanvi, Oscar y yo marchamos a aquellas bellas tierras.
Posiblemente, y junto a Santiago, Finisterre sea el lugar más especial en el que he estado. Dejando de lado la expotación comercial que sufre la zona, para mi ese lugar está lleno de magia. Por eso le dediqué unas líneas.

FISTERRA - ALLÍ DONDE ACABA EL MUNDO
Donde la tierra se desborda buscando en el mar un respiro a su monotonía. Donde el cielo se revuelve gritando los nombres. La soledad, antigua compañera, descubre ante los atónitos ojos del viajero millones de colores que nadie antes ha sido capaz de reunir.
La mano del hombre se hace presente y acumula pecados contra él pero allí está. El mar. Poderoso. Misterio y fascinación se funden en mí cuando los susurros del viento me relatan las historias que se vivieron aquí. Mirando entre las rocas busco el límite entre lo posible y lo imposible, y, en ese lugar lo encuentro. Pequeño me siento frente a su inmensidad. Insignificante ante su grandeza.
Él me habla y me siento seguro. Sé que allí nadie me puede hacer daño porque está conmigo y sus palabras me cobijan. Veo en sus colores verdes y azules la espuma de la vida, el movimiento, alegría y tristeza en armonía. Toco las rocas que me rodean en aquél acantilado y siento su humedad. Me quiere decir algo.
El cielo se cierra y la lluvia suave se mezcla en las agitadas olas con el sonido que despliegan sus voces. Ahora truenan gritando mi nombre. Me estremezco, y perdido en mis propios pensamientos me encamino a lo conocido, a la ruina de saber qué y cuándo. Al sin sabor de la tierra. A casa. Lanzo un última mirada atrás buscando una razón para saltar, para llegar allí donde las olas claman mi nombre, para refugiarme en sus brazos, pero mi miedo a cambiar por un segundo de felicidad verdadera mi tristeza acaba con el sueño que instantes antes me había enamorado.
“Hasta pronto”- digo sin esperanza de ser escuchado
“Te estaré esperando”- me murmura a lo lejos, majestuoso, el mar.

FOTOGRAFÍA
Sapo y Charlie en Santiago de Compstela (2003) GRACIAS KINYO!!

1 comentario

ebola -

amor sin sufrimiento no es amor, son pequeños escarceos que te permites de vez en cuando. Si cada vez que amas, remiras lo amado.....cual avaro a su tesoro....ni serás feliz ni amaras amando a nadie.