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Desordenada Habitación

De cerdos, perras y llamadas a las 5 de la mañana

De cerdos, perras y llamadas a las 5 de la mañana A pesar de que me encuentro costernado por el levantamiento de alquiler en Tarifa que me han hecho en menos de 12 horas (aquí el que no corre vuela), lo cierto es que encontrar en Idealista.com (un minuto para la publicidad) me ha servido para volver a perder los papeles durante todo el día, dejando a la suerte la redacción que debía estar haciendo para Caja Duero y demás obligaciones.
¿Tantas ganas tengo de escapar o es que simplemente me mola el poder dejar volar la imaginación en busca de un What If que nunca tuve?
Lo cierto es que no lo sé, pero cada vez que hablo con alguien de mi entorno le sucede exactamente igual. Quizá Madrid es realmente ese infierno del que siempre nos hablan los conocidos y amigos que viven en otros lugares. Tal vez lo que ocurre es que la vida misma es un hastío y no somos capaces de coger el hatillo y largarnos, por culpa de los miedos que esta sociedad nos ha impuesto. Que si ten cuidado que pierdes todo el paro, que si de qué trabajaras cuando regreses, que si no es bueno salirse del mercado laboral. Pero digo yo, ¿y esa rueda horrible que nos obliga a andar sin cesar? Cuando estás dentro ya no hay forma de salir. Y si te sales, ¿qué será de mi?
Este sentimiento de querer huir lo comparto con mucha gente, pero tal vez existen tres personas con las que es más fuerte: Charlie, Chemo y Lilit.
El primero de ellos sigue tan desubicado como lo estoy yo, y realmente temo que termine socializándose sin luchar más de lo que lo está haciendo hasta el momento. El segundo ha probado las mieles de marchar lejos, aunque en verdad nunca ha sido la libertad de la que hemos hablado muchas veces en el coche antes de subirnos a casa. Y la tercera siempre ha estado de aquí para allá, pero ahora que se ha ido a un lugar en el que está a gusto, ¿escaparía?
Muchas veces pienso en todas esas pelis que vemos. Sí, en todas esas que no son más que un reflejo de la vida, en ocasiones dura, y en otras, un poco melancólica. El caso es que me digo a mi mismo. Esto es lo que hay David, o lo coges o te quedas sin nada.
Sé que los verdaderos momentos son los que guardamos, los detalles, las veces en las que nos hemos sentido de verdad nosotros mismos, sin ataduras. Sé que estos momentos son las montañas de las que hablaba Kuki, pero ¿eso es todo?
¿No hay grandes hazañas?¿No viviremos más grandes historias de amor?¿No tendremos que luchar nunca?
En ocasiones, a lo largo de nuestra vida, hemos vivido grandiosos momentos que no son más que la prueba de que existe algo más allá de los simples detalles, de los buenos recuerdos. Son la prueba de que cada uno tenemos un destino.
Yo no vine para fichar a las 9 y salir a las 6, ni tampoco para escribir sobre nada, ni para pasarme toda mi vida delante de un monitor. Es cierto que todavía no sé para qué estoy aquí, pero daría mi vida entera por un solo momento de sentirme vivo de verdad, y no una mera sombra gris que de vez en cuando se colorea porque las nubes dejan paso a la luz del sol.

FOTOGRAFÍA
Lilit en el Faro de Trafalgar (Caños de Meca), Verano de 2004

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